Por: Horst Agata, Marketing Manager de Gen Re Latin America, Spain & Portugal.
La década de los años 20 es una década de sucesivas crisis globales. El difícil comienzo de la década dio lugar a nuevas palabras como “multicrisis” o “permacrisis”.
Acontecimientos como el COVID-19, la guerra de Ucrania y, más recientemente, las renovadas tensiones en Oriente Medio han tenido efectos en cascada al impactar en los fundamentos macroeconómicos y perturbaron los mercados financieros como las cadenas de suministro mundialmente.
Es sorprendente ver como riesgos ya tan conocidos y bastante “antiguos” como las pandemias globales, la guerra, la inseguridad energética, la inflación y las tasas de interés reflejan un panorama de riesgos volátil y preocupante. Además, a estos riesgos podemos sumar el riesgo de recesión, una racha prolongada de elevadas pérdidas aseguradas por catástrofes naturales, el cambio climático, la evolución de los ciber ataques y la popularización de la inteligencia artificial generativa.
Las consecuencias de estas megatendencias afectaron mucho a los mercados aseguradores. El mayor costo de los bienes y el capital, los disturbios civiles, la desglobalización y las mayores amenazas a la seguridad han transformado las percepciones de riesgo para las empresas y las (re)aseguradoras. Los riesgos tradicionales son cada vez menos calculables y las empresas se enfrentan hoy a una mayor presión financiera a medida que aumentan sus costos operativos. Por otro lado, la fuente del desarrollo del seguro es la creciente dinámica en el desarrollo económico, jurídico y tecnológico. Además, con este desarrollo económico y la urbanización en áreas expuestas a catástrofes naturales notamos un aumento significante de las perdidas aseguradas en los últimos años.
Específicamente, los índices combinados del mercado reasegurador estuvieron entre 2017 y 2023 siempre cerca de 100% o incluso sobrepasaron esta cifra en 2017 y 2020 respectivamente. Todo ha impactado significativamente los balances del sector reasegurador que desde 2017 no ha logrado generar ganancias suficientes para cubrir su costo de capital.
Para muchos integrantes de nuestro sector, 2023 fue un año desafiante. Tras los deterioros del lado de los activos en 2022, debido principalmente a pérdidas de inversiones no realizadas en carteras de renta fija, muchas aseguradoras tenían menos cobertura de reaseguro, principalmente por las mayores retenciones impuestas por las reaseguradoras en 2023.
Al final resultó que las pérdidas aseguradas por catástrofes naturales volvieron a estar en niveles elevados (hubo más de 100 mil millones de dólares en pérdidas catastróficas) en relación a promedios históricos, impulsado principalmente por un impacto sin precedentes de la actividad de tormentas severas en los EE. UU. e Italia, la tormenta de viento Ciarán en Francia, las pérdidas por inundaciones en Nueva Zelanda, las pérdidas por inundaciones e incendios forestales en Grecia, un gran terremoto en Turquía y el huracán Otis en México. Estas pérdidas erosionaron aún más el capital e introdujeron más volatilidad en los resultados técnicos, lo que ha impulsado un aumento de la demanda de protección de reaseguro de cara a 2024.
Se necesita capital adicional para cubrir las crecientes exposiciones a catástrofes, pero la inestabilidad macroeconómica y geopolítica, las preocupaciones sobre el cambio climático, la pérdida de confianza en los modelos de catástrofes, los rendimientos mediocres limitaron los compromisos para gran parte de 2023. Sin embargo, el sentimiento está empezando a cambiar ahora. Existe un reparto mundial de pérdidas más distribuido entre cedentes y reaseguradores y se ha demostrado la rentabilidad en algunos países. Este no es el caso de Latinoamérica donde aproximadamente el 97% de las pérdidas aseguradas por el huracán Otis son absorbidas por el mercado reasegurador. Por esto los programas catastróficos de reaseguro que renovaron al final del año 2023 tuvieron una subida de precios hasta del 45%.
En 2024 se espera una renovación compleja donde se van a discutir profundamente las condiciones cuantitativas y cualitativas. Se requieren mejoras en los precios primarios y en la suscripción para compensar los requerimientos de las reaseguradoras. Debemos trabajar colectivamente para crear soluciones necesarias. El asegurado cuenta hoy en día con una mayor conciencia de riesgo y busca cerrar su brecha de protección. Justamente esta situación se va a reflejar en una mayor demanda de reaseguro contra catástrofes teniendo en cuenta que hoy día solamente el 18% de las pérdidas económicos causadas por una catástrofe natural en Latinoamérica están aseguradas.
Los riesgos están aumentando a medida que el mundo se tambalea de una crisis a otra con la consecuencia que el valor y la importancia del reaseguro pasan a primer plano en tiempos tan volátiles. Personalmente soy fantásticamente optimista sobre el futuro de la industria de seguros y en especial de la industria de reaseguro. La materia prima del reaseguro es el riesgo. El universo del riesgo se expande cada día más. El desafío para nuestra industria es poder encontrar soluciones para cubrir estos riesgos algo que demostramos ya en el pasado. El potencial es gigantesco, pero si queremos en el futuro seguir cumpliendo nuestra promesa es importante reconocer que nuestro negocio es ciencia y no es arte.